El verano es temido por muchos estudiantes, en contra de lo que se pudiera pensar, porque el curso no acabó bien para ellos y se deben a clases particulares para tener mejor suerte en septiembre.
Esta mala suerte se repite año tras año para un sector más o menos grande de la población estudiantil de todas las etapas formativas y grados. Sin embargo, la más delicada y en la que el fracaso escolar planea como un buitre leonado sobre sus adolescentes cabezas, es la segunda etapa de formación, la que aún sigue siendo obligatoria y preparatoria de cara a la formación superior.
Es en esta etapa donde por desgracia muchos estudiantes abandonan, pero otros combaten en todos los frentes, junto con sus padres, para avanzar en la formación oficial que concede títulos y graduaciones. Y que a su vez están en línea con las exigencias curriculares que supuestamente abren las puertas de la vida profesional y laboral. Y así es en todos los aspectos formales de la realidad, los títulos abren puertas de determinadas características que no se abren para quienes no acreditan formación suficiente o necesaria.
Ante esta evidencia, los estudios y su titulación son prioritarios para la población estudiantil y sus familias, responsables hasta casi siempre el final, de su finalización con buenos resultados. Pero en el camino, los estudiantes pueden sufrir o no baches que les hagan complicada la consecución de logros, de ahí que se presenten casos en los que hay que tomar medidas alternativas como las clases con profesores particulares.
Estas siempre nacen como medida desesperada, colateral y extraordinaria, ya que si el estudiante aprueba, su titulación no se ve afectada. Pero si suspende, y lo hace reiteradamente, lo más probable es que entre en espiral que le lleve a suspender curso y repetir.
La tónica habitual es que entrar en esta dinámica lleva con más rapidez al desánimo, pero no todos los casos son iguales y muchos se salvan gracias a las clases particulares.
Suelen ser a domicilio y bis a bis, pero también aparece la fórmula online como solución eficaz que se comprueba con varias clases hasta lograr que dan resultados. Y el esfuerzo de tiempo y dinero es algo que los padres aportan para solucionar lo que tiene solución, a no ser que el caso esté claramente abandonado y se tome muy tarde.
Una asignatura, dos o tres, son casos frecuentes. Pero todo un curso no lo es tanto, de ahí que estos planteamientos para solo unos meses de verano, sean bastante difíciles de atajar con éxito.